Imaginemos un numeroso grupo de personas vestidas con ropa de fiestas, que no muestran relaciones de parentesco ni amistad, colocadas amontonadamente sobre el cuidado césped de un jardín en torno a un ternero asado al que se apresuran en devorar con apetito inaplacable. Luchan con fiereza por cada porción que arrancan del animal con sus propios dedos. Llevan los trozos a sus bocas y los mastican rápidamente, y aun sin haber engullido el bocado anterior introducen la mano libre entre la multitud que se aglutina sobre el banquete para conseguir más comida. La salsa grasienta cubre sus rostros, mancha sus ropas y resbala por los antebrazos para caer indistintamente sobre la hierba húmeda o sobre los zapatos comprados para la ocasión. La mayoría se mantiene en silencio, aunque en ocasiones entablan diálogos mínimos refiriéndose a lo que comen. Nos sorprendería escuchar que comentaran "¡Pésimo sabor!", "Muy mal condimentado", "La carne no es nada fresca", "Mejor sería decir que está rancia", "Cada día es peor", y no comprenderíamos que los que se mantienen en silencio aprueben los comentario asintiendo con sus cabezas.
Esta imagen del un consumidor voraz que critica el producto que consume es utilizada por los expertos nutricionistas del multidisciplinario y multiuniversitario grupo de investigación comandado por Actimel como un símil de la relación del televidente con la programación televisiva. Estos investigadores emplean de forma novedosa técnicas afín a la dietética, con las que han logrados resultados aparentemente imposibles para la ciencia moderna, con el objetivo de caracterizar la relación de los espectadores con el más popular de los medios (su experiencia profesional es el único modo de explicar la pintoresca imagen traída por los pelos). La pregunta que intentan responder es ¿Por qué la televisión es criticada masivamente? (hasta el punto de llamarle telebasura a una parte creciente de sus emisiones).
La primera respuesta a esta pregunta es fácil de comprender. Las sociedades que crecen rápidamente en cuanto al número de habitantes y su capacidad adquisitiva demandan tal cantidad de productos que esta necesidad no puede ser satisfecha sólo mejorando las tecnologías. Se precisa buscar materias primas y procesos de producción cada vez más baratos. El resultado es un evidente empeoramiento de la calidad de todo lo que consumimos, ya sea ropa, calzados, electrodomésticos (quizá por descuido olvidaron incluir los productos alimenticios en su lista). La urgencia en formar personal calificado provoca que tengamos hoy peores maestros, profesores, médicos, ingenieros, políticos, burócratas, entrenadores de fútbol, y todo una lista de profesiones que el lector puede completar a su gusto (o disgusto reciente). En igual medida desciende el nivel medio de los que producen televisión y de los contenidos que generan.
El segundo argumento presentado por este grupo de investigadores es novedoso en extremo. Han descubierto que desde el origen de la televisión, hace casi 100 años, se ha sobre estimado y mal interpretado su misión. Por misteriosas razones algunos críticos de arte se especializaron en la programación televisiva suponiendo que sería como una extensión móvil de la pintura o una versión diaria del cine. Históricamente, los políticos han asumido que la tele es una herramienta de lo que se considera democracia en cada momento particular (aunque la definición de democracia varía demasiado en dependencia del país y la época). Los educadores que es un instrumento educativo. Los católicos que es una manifestación del maligno que debe ser inundada por la palabra de Dios, y una forma un tanto impersonal de hacer la colecta. Los filósofos que es un fenómeno social que debe ser estudiado. Los pervertidos sexuales que es el lugar donde confluyen todos los vicios. Los jóvenes que les brinda fácil acceso a los patrones que deben imitar. Los aburridos que debía entretenerlos.
El verdadero objetivo de la televisión se vislumbra a medida que se masifica su producción y consumo. Al involucrar cada vez más personas el producto final televisivo se acerca cada vez más al mundo del consumidor medio. Así la programación involucionó de un producto original semi artístico a una burda imitación de la vida cotidiana. Actualmente se le hacen bromas de buen y mal gusto al propio público. En un intento desesperado de generar espectáculos con mínimos recursos tratan de convencer al televidente de lo divertido que puede resultar mirar cómo hacen el ridículo personas comunes, sin el elemental nivel de profesionalidad requerido por un medio de comunicación masiva. Las informaciones relevantes sobre personajes públicos se acercan cada vez más a ser noticias irrelevantes sobre seres insignificantes. La tendencia es clara, la televisión es cada vez más parecida a lo vemos cuando nos asomamos al balcón o nos sentamos a la entrada de la casa. Estos investigadores predicen que en el futuro las cámaras enfocarán directamente a las calles y la programación dejará de estructurarse en canales para ser clasificada de acuerdo a la dirección postal que seleccionemos con el mando a distancia, como una versión dinámica de Google Earth.
Como suele ocurrir con los grandes misterios de la naturaleza y la sociedad, su comprensión se basa en ideas simples. Gracias a este grupo de científicos sabemos finalmente dónde nos conduce la televisión. El tiempo (no el público) dirá la última palabra.
Al lector interesado en esta noticia tuneada le recomiendo leer el comentario que me motivó a escribir sobre el tema.
La primera respuesta a esta pregunta es fácil de comprender. Las sociedades que crecen rápidamente en cuanto al número de habitantes y su capacidad adquisitiva demandan tal cantidad de productos que esta necesidad no puede ser satisfecha sólo mejorando las tecnologías. Se precisa buscar materias primas y procesos de producción cada vez más baratos. El resultado es un evidente empeoramiento de la calidad de todo lo que consumimos, ya sea ropa, calzados, electrodomésticos (quizá por descuido olvidaron incluir los productos alimenticios en su lista). La urgencia en formar personal calificado provoca que tengamos hoy peores maestros, profesores, médicos, ingenieros, políticos, burócratas, entrenadores de fútbol, y todo una lista de profesiones que el lector puede completar a su gusto (o disgusto reciente). En igual medida desciende el nivel medio de los que producen televisión y de los contenidos que generan.
El segundo argumento presentado por este grupo de investigadores es novedoso en extremo. Han descubierto que desde el origen de la televisión, hace casi 100 años, se ha sobre estimado y mal interpretado su misión. Por misteriosas razones algunos críticos de arte se especializaron en la programación televisiva suponiendo que sería como una extensión móvil de la pintura o una versión diaria del cine. Históricamente, los políticos han asumido que la tele es una herramienta de lo que se considera democracia en cada momento particular (aunque la definición de democracia varía demasiado en dependencia del país y la época). Los educadores que es un instrumento educativo. Los católicos que es una manifestación del maligno que debe ser inundada por la palabra de Dios, y una forma un tanto impersonal de hacer la colecta. Los filósofos que es un fenómeno social que debe ser estudiado. Los pervertidos sexuales que es el lugar donde confluyen todos los vicios. Los jóvenes que les brinda fácil acceso a los patrones que deben imitar. Los aburridos que debía entretenerlos.
El verdadero objetivo de la televisión se vislumbra a medida que se masifica su producción y consumo. Al involucrar cada vez más personas el producto final televisivo se acerca cada vez más al mundo del consumidor medio. Así la programación involucionó de un producto original semi artístico a una burda imitación de la vida cotidiana. Actualmente se le hacen bromas de buen y mal gusto al propio público. En un intento desesperado de generar espectáculos con mínimos recursos tratan de convencer al televidente de lo divertido que puede resultar mirar cómo hacen el ridículo personas comunes, sin el elemental nivel de profesionalidad requerido por un medio de comunicación masiva. Las informaciones relevantes sobre personajes públicos se acercan cada vez más a ser noticias irrelevantes sobre seres insignificantes. La tendencia es clara, la televisión es cada vez más parecida a lo vemos cuando nos asomamos al balcón o nos sentamos a la entrada de la casa. Estos investigadores predicen que en el futuro las cámaras enfocarán directamente a las calles y la programación dejará de estructurarse en canales para ser clasificada de acuerdo a la dirección postal que seleccionemos con el mando a distancia, como una versión dinámica de Google Earth.
Como suele ocurrir con los grandes misterios de la naturaleza y la sociedad, su comprensión se basa en ideas simples. Gracias a este grupo de científicos sabemos finalmente dónde nos conduce la televisión. El tiempo (no el público) dirá la última palabra.
Al lector interesado en esta noticia tuneada le recomiendo leer el comentario que me motivó a escribir sobre el tema.
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