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NOTICIAS TUNEADAS

Happy office


02 marzo 2008

¿Quién no conoce a Escapiño?, ese introvertido adolescente con inusitadas aptitudes para el copy&paste. Su corta vida ha transcurrido ante la mirada cómplice de la pantalla de un ordenador, al que sus padres confiaron la educación de su único hijo. Escapiño ha navegado durante años en agitados mares de ceros y unos. En cada puerto deja bits suspirando por su partida. Teclea en exóticos lenguajes, algunos ya muertos. Deambula con pasos sigilosos por corredores digitales de gobiernos y corporaciones multinacionales; observándoles desde dentro, sin dejar rastro.

Tras una apasionada madrugada de puro Tetris, hace ya más de dos años, quedó estupefacto al comprobar que no podía arrancar a Google información alguna sobre sus padres. Nunca antes se había interesado por el tema, al considerarlo, quizás, demasiado obvio. Le resultó ridículo saber más de algunas agencias de espionaje que de su familia carnal. Aunque es fácil de entender la causa. Sus progenitores, como auténticos funcionarios públicos, profesaban una manifiesta animadversión por el ordenador; al que alimentaban con datos, como una más de sus tediosas labores cotidianas. Ellos no imaginaban que su desinterés por la informática cerraba la única puerta de acceso a la intimidad de su hijo.

Esa misma noche, Escapiño decidió modificar una conocida red social para adaptarla a los gustos de los oficinistas tradicionales, con la intención de penetrar en el desconocido mundo de sus padres.

Presentó su proyecto como un sitio donde los empleados públicos pueden comunicarse entre sí, mostrando su lado amable, gentil y eficiente, enajenándose de los molestos clientes reales; y todo en horario de oficina. Este sitio vive hoy el éxito más rotundo y cuenta con millones de asociados compulsivos en todo el mundo. Ya el lector sabrá que nos referimos a happy office, la red social de más rápido crecimiento en la breve historia de Internet.

Happy office ha transformado la vida de los funcionarios públicos. Hoy en día, es frecuente encontrar, en cualquier oficina, al empleado de turno sonriendo a su ordenador, mientras acaricia el teclado y compone frases del tipo "¿Puedo ayudarte en algo?". Quién no ha presenciado la brusca transformación de la satisfecha mirada en el gesto gélido, que se aleja con pesar de la página web para dirigirse a nosotros

Los más curioso en la historia de happy office es su inmensa popularidad a pesar del carácter secreto de esta red social, a la que sólo se puede acceder por invitación de uno de sus miembros, y donde se exige la más absoluta discreción sobre su existencia y actividades. Los funcionarios han hecho lo indecible por ocultar su tesoro ante la presencia de sus superiores, por conservar el bien que transforma sus horas de servicio en apacibles momentos. Estudios recientes muestran que happy office acapara el cincuenta por ciento del tiempo que se emplea en la oficina.

Aunque parezca contradictorio, el gobierno se ha beneficiado largamente de esta red social. El lector inexperto puede pensar que disminuir el tiempo de atención,
que prestan los servicios públicos a los usuarios, sería catastrófico para la gestión gubernamental. Pero la verdadera función de los empleados es suministrar votos a los partidos mayoritarios y no satisfacer determinadas necesidades burocráticas. En los últimos meses los funcionarios se han ocupado mucho más de mantener a salvo a su juguete virtual que de los molestos reclamos salariales o de la lucha por mejorar las condiciones laborales.

En estas dos últimas semanas hemos vivido el momento álgido de happy office: su venta a Microsoft a cambio de miles de millones de euros. Para conseguir esta estratégica compra, los de Redmond debieron enfrentarse durante meses al voraz apetito de Google.

Escapiño, el creador de happy office, ha pasado de ser un desconocido de acné repelente a uno de los más cotizados solteros del planeta. Sus recientes declaraciones a la prensa muestran una personalidad sencilla, pero profunda. Dedicó su éxito a los navegantes anónimos que vagan eternamente entre páginas de Internet, sin rumbos ni proyectos, pero cuyos clicks hacen posible el triunfo de los emprendedores.

Se le vio entrar inseguro, siguiendo dócilmente a sus abogados, a las tensas negociaciones en el cuartel general de Redmond. Astutos periodistas filmaron, a través de los luminosos ventanales del salón de reuniones, el sueño intranquilo de Escapiño, mientras se desarrollaban las conversaciones. Colaboradores cercanos han comentado discretamente que su inquietud, mientras dormía, estaba motivada por la falta de intimidad que le cohibía de sus exuberantes, y hoy ya célebres, rascadas de huevos. La transacción fue todo un éxito, como es de esperar cuando el monto de dinero supera las nueve cifras.

La primera reacción de Escapiño al escuchar la cantidad de dinero que ingresaría en su cuenta corriente fue ordenar todos los países del mundo, de acuerdo a su producto interno bruto, para comprobar que lugar ocuparía él en la lista (que envió inmediatamente a su blog). Su costumbre de aparecer entre los diez primeros en todos los rankings de Internet le jugó una mala pasada. Le resultó humillante no contarse ni siquiera entre las veinte naciones más ricas. Sin embargo, como ocurre a todo buen emprendedor, a los pocos minutos ya afloraban en su mente infinidad de nuevos proyectos. Meditando sobre ellos salió de la reunión, gastó unos minutos en elegir un avión personal, y regresó a la nueva casa, que comprara on-line durante los instantes posteriores a la firma del acuerdo de venta.



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Based on a work at Minima Black de Douglas Bowman para Blogger.