Como cada domingo, mis pequeños disputaban por el cuchillo de la mantequilla. Sin interrumpir la lectura del diario que me servía de mampara, enumeré varias técnicas alternativas para untar una tostada. Los chicos respondieron agradecidos con una porción de mermelada de frambuesa, que impactó contra la cara posterior del periódico, formando una aureola sobre la cabeza de Cristiano Ronaldo. No pude evitar una sonrisa truncada por mi instinto de educador nato. Me aseguré que el rostro recobrara la severidad propia de un padre de familia, mientras bajaba las páginas que me protegían contra un nuevo misil. Afortunadamente, los niños se marcharon temerosos de una reprimenda. Clara señal de que el desayuno dominical había concluido.
Pedí la cuenta y mi mujer apareció solícita con el recibo sobre un pequeño plato de metal. Los precios estaban notablemente inflados respecto a la semana anterior y el monto total había sido calculado para que me fuera imposible pagar la cantidad exacta. Durante algún momento de descuido ella había investigado los tipos de billetes que portaba en mi cartera. Otra vez, pensé. Miré de soslayo al reloj del salón y calculé que una discusión conyugal podría consumir el resto de la mañana. Así que preferí pagar mi parte y abonar generosamente los gastos de nuestros hijos, para evitar las consabidas controversias sobre a quién correspondía ese día hacerse cargo de la manutención. Deposité treinta euros en el platillo y me marché a mi paseo sin esperar la vuelta, que nuca llegaría.
3 opiniones inteligentes:
Ah, qué bonito es esto de la vida familiar.
Para otra vez pide la hoja de reclamaciones y la empapelas
Bienvenidos, Kermit y Chafardero, a la temporada del 2009 de Noticias tuneadas. Les deseo de todo corazón que la crisis les ilumine con las mejores ideas y les regale miles de lectores desempleados y ociosos en general.
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