Entré corriendo al centro comercial, guiado por las flechas que indican la dirección en que se encuentran los baños. No aguantaba más, durante el atasco mis riñones se habían hinchado al máximo. Ya que era imposible avanzar por la escalera mecánica, atiborrada de gente que no cede el paso a los que tenemos prisa, deduje que el procedimiento óptimo en este caso sería comenzar a desabrochar la bragueta. Aproveché ese instante de sosiego para lanzar mi maldición diaria a los impositores de la moda masiva, que retrocedieron a las bragueta de botones sin tener en cuenta la opinión de los usuarios que durante años disfrutamos de la comodidad de bajar y subir con total libertad la cremallera. Los guardas de seguridad notaron algo sospechoso en mi actitud y me detuvieron a cinco metros de mi destino inmediato; me hallaba tan cerca que podía distinguir la cara de alivio de la gente que salía del WC. Pretendiendo detener el chorro inminente con la presión de mis manos sobre la portañuela, expliqué a los vigilantes la urgencia que me agobiaba, que se superponía con la preocupación por llegar puntual a la cita con el tribunal evaluador de mi tesis doctoral, que en esos instantes ya aguardaría impaciente, en las instalaciones de Ikea, por la demostración práctica que me exigieron el día anterior, al concluir la lectura del reporte investigativo, porque soy un especialista en optimización, aclaré, por eso había calculado al vuelo el momento ideal para desabrochar la bragueta, aunque gasté siete años de mi vida en descubrir el camino más corto desde la entrada a la salida en el laberinto del emporio sueco, trayectoria que evita recorrer hasta el ochenta por ciento de los pasillos comerciales. El custodio que se había mantenido en silencio hasta ese instante comentó que los de Ikea cambian el decorado cada unos tres meses, evitando que los clientes puedan recordar la posición de la mercancía de su interés, sin verse tentados por otras ofertas. Asumí que el joven sería uno de los que no pudo consagrarse a la academia por reclamos familiares, que tantas carreras frustran, y le aclaré que la novedad de mi descubrimiento radica en su independencia de la posición de los estantes, añadí, sintiendo ya aflorar el placer del debate científico, que mis cálculos revelaron que los propios empleados del fabricante y empacador de muebles recorrían unos 200 kilómetros innecesarios al año, por no disponer de las rutas optimizadas que yo gratuitamente ofrecía. El cuidador que me detuvo interrumpió con brusquedad mi explicación para enumerar las ordenanzas públicas que había violado, y no pude retener durante más tiempo el líquido que pugnaba por salir. Así que llegué tarde y húmedo a la confirmación de campo de mi trabajo doctoral y los nervios propiciaron que en tres ocasiones me perdiera en pasillos sin salida. Llegué a pensar que sería el primer doctorando en la historia de la humanidad que suspende su disertación, sin embargo, los catedráticos me sorprendieron con el ansiado Summa cum laude, y heme aquí, llevando a rastras al vigilante bueno, que aprovechó la licencia temporal de su esposa para hincharse a vino durante el festín de graduación.
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10 opiniones inteligentes:
Guauu que historia tan original.
Pero, casi me quedo sin aire leyendola de tirón, tal y como la escribes, no hay descanso posible.
¿No te gustan los puntos y las comas?
Perdona que te diga esto, no es una critica, es algo que me ha sorprendido en tu forma de escribir.
No te enfades, y gracias por tu link.
Un abrazo
A mi me entusiasma tu manera de contar que te estabas, como se dice vulgarmente, meando.
En situación tan apremiante, no hay paradas que valgan jajaja
Me ha encantado y sorprendido leer en tu relat la palabra portañuela Hacía muchos años que no la escuchaba.
Respecto a las modas, yo lo que no aguanto son los pantalones que no llegan a la cintura. Son de lo más incómodo.
Feliz día Serio :)
Malditos botones, tienes razón.
He sufrido esa sensación algunas veces. (y no te digo como he acabado)
Y sobre el Ikea que te voy a contar. Da para varios relatos.
El tuyo me ha hecho reir un rato.
Tag, no es que no hayan puntos o comas es que casi no se ven...
Un abrazo
Bueno, situación embarazosa y por lo que describes algo angustiosa por la urgencia.
Siempre que uno tiene prisa, los acontecimientos parece que se ponen en su contra.
Buena anécdota a recordar.
Tag: si que hay puntos y comas.
Salu2:
Me ha encantado tu historia. Que tire la primera piedra, el que no haya tenido un apuro semejante, y lo haya solucionado como lo han dejado; o mejor, como ha podido.Enhorabuena.Un saludo.un
Excelente historia. Me dio tanta risa. Le envié el enlace a un amigo que vivió algo parecido, pero no le dieron summa cum laude
:o(
Cierto, hay puntos y comas.
Sorry
Se ve que estaba tan emocionada leyendo que no me he dado cuenta.
Estas en todo Seriecito.
Es una suerte
Besos
Gran prueba de civismo por tu parte, que otros hubieran evacuado aguas, mayores o menores, en cualquier esquina del laberinto sueco, yo entre ellos, sin ningún remordimiento
¡Hola gente!
Tag, me ilusionó tu comentario, porque pretendía transmitir en el texto una sensación de urgencia en el narrador, pero, lamentablemente, te arrepentiste en una opinión posterior :).
Me gustan las críticas y animo a todos los visitantes a que me adviertan de gazapos y puntos oscuros del texto, o lo que se les ocurra. En mi perfil encontrarán una dirección de E-mail para hablar con mayor privacidad.
Ardilla, tú tan traviesa, como siempre. Estuve pagando el sinónimo de bragueta a cinco euros, y portañuela fue lo único que encontré en eBay.
Paco, totalmente de acuerdo con tu opinión. Este relato lo concebí en Ikea, fuente inagotable de inspiración.
seriecito, tú y yo debemos ser parientes, ¿de cuáles serios tú provienes?
Balamgo, estoy de acuerdo contigo, tanto si te refieres a la lectura de la tesis o al otro asuntillo.
Gracias Nancy por tu comentario y por enviar el enlace.
Chafardero, parece que soy propenso a resolver los problemas de una forma más académica.
Gracias a todos por acompañarme.
Para Bragueta también puedes utilizar cremallera.
Saludos Blogueros
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