He hallado un novedoso entretenimiento: hablo solo por las calles. Sí, como los que usan el "manos libres" del móvil. Esos que nos asustan en el bus con sus monólogos a todo volumen. Pero yo no me valgo de dispositivos electrónicos: hablo en voz alta mientras camino. Si me permiten explicarles comprenderán que no se trata de una extraña costumbre, y que no soy el único que habla solo. Por el contrario, es una relajante actividad, muy similar a postear en blogs, que tiene la ventaja adicional de no precisar de exprimir el cerebro para extraer de él un texto legible. Es más, creo sinceramente que hablar solo puede sentar las bases de una poderosa red social en un futuro no muy muy lejano.
Desde muy pequeño tuve la ilusión de llegar a ser un gran orador. Hablando solo he podido convertir ese sueño en realidad. Hoy disfruto a plenitud cuando expongo mi propio programa político sin necesidad de mentir (dos acciones que un estadista no puede realizar al unísono, porque debe escoger entre mentir para le consideren un demócrata o hablar solo y entonces ser vilipendiado como dictador) o al enunciar una nueva doctrina filosófica sin estar obligado a sumergirme en profundos pensamientos previos, o de resultar encantador sin poseer especiales encantos.
Algunos de ustedes pensarán que todas las posibilidades anteriores ya las teníamos en Internet, y que mi propuesta no es novedosa porque cuando confesamos a familiares y compañeros de trabajo que hemos abierto un blog somos usualmente considerados tan enajenados como los que hablan solo. Pero... hablar solo posee una peculiaridad que le hace más ventajoso que escribir en una bitácora: se puede evaluar de forma inmediata la reacción del público. Al mirar a la gente a tu alrededor percibes cuan hondo caló tu mensaje.
Otros navegantes argumentarán que, potencialmente, la Red es una ventana abierta a millones de usuarios (Ojo a los que emplean compulsivamente los traductores automáticos al inglés, no se trata de windows opened to millions of users). Sin embargo, un blogger medio ya sabrá que la cantidad de visitas que recibe a diario en su sitio nunca supera al número de personas que frecuentan un mercado o que salen del estreno de una película; y a las que únicamente podemos acceder hablando solo entre ellas. Además, el tiempo de estancia en los lugares reales nunca es igual a cero segundos, como acostumbra a reportarnos Statcounter.
A los que miden el valor de un blog de acuerdo al número de comentarios que recibe, les advierto que muchos opinan sobre mi trabajo oral. Comenta tanto el que me entrega una hoja con información publicitaria no solicitada como el que me insulta duramente sin motivo aparente. A estos últimos les llamo HOYGANS porque acostumbran a espetarme en voz muy alta y con un lenguaje muy primitivo algo que en castellano se diría como “Oiga, está usted loco”. Por cierto, resulta sorprendente que me traten de Usted desde que hablo solo. Y retomando el tema del parecer ajeno, les cuento que también recibo opiniones profundas que me motivan a continuar mis monólogos callejeros y que enriquecen mis propios enunciados, sobre todo por parte de otros que también hablan solos.
Por todas las razones aquí expuestas creo sinceramente que los que hablamos solos podemos fomentar una poderosa red social, mejor conectada que aquellas que existen actualmente en Internet.
No debo concluir sin recordar que para iniciarse en toda red social se requieren unos conocimientos básicos que deben ser siempre enunciados en paquetes de a diez. La costumbre de los decálogos proviene de una antigua red social, tan primitiva que, irónicamente, discrimina el contacto entre sus miembros para favorecer la comunicación uni-direccional con un líder espiritual o sacerdote.
Aquí van mis diez consejos para hablar solo con éxito, sin ningún tipo de orden ni relevancia. Noten que hemos seguido los cánones tradicionales para elaborar este tipo de decálogos, como repetir las mismas ideas varias veces y añadir algún punto sin mucho sentido, cuya única finalidad es completar la lista.
-Mantén el anonimato: nunca hables solo en casa, el barrio o el trabajo.
-Dominar el tema sobre el que se habla NO es lo importante, sino estar seguro de que quienes escuchan no tienen ni idea del asunto tratado.
-Una imagen vale más que mil palabras: para burlarse de algún infeliz es más práctico señalarlo con el dedo cuando esté frente a ti, que intentar describir su aspecto a quienes no lo han visto.
-Tus oyentes no disponen de mucho tiempo para atender a tu charla, así que debes tener presente que tu objetivo es hablar solo.
-Es importante hablar solo con regularidad. Habla solo con frecuencia, en el mayor número de lugares posibles, aunque a los otros no le interese.
-Haz comentarios a los otros que hablan solos. No importa si su mirada está perdida. Algún día recordarán tu opinión y hablarán contigo, o quizás para entonces ya no te importe, porque tu mirada también estará perdida.
-Si llegas a la conclusión de que lo que hablas no le interesa al público que te rodea, no le hables mas, habla solo.
-Indaga sobre los temas que más le interesan a tus oyentes habituales, y evítalos. Tu misión es hablar solo no hacer televisión.
-Nunca esperes a que tus ideas estén maduras o completas, déjalas caer al vacío hablando solo antes de que le tomes cariño y te sientas obligados a que trasciendan.
-¿Crees que el loco del pueblo se hizo célebre de un día para otro? Darte a conocer como hablador independiente no es cuestión de una tarde, la fama llega con el tiempo.
Hasta aquí mis diez consejos. Es muy probable que descubran su utilidad nula, pero esa es otra de las normas de los decálogos. Por el contrario, si piensan que el número de indicaciones es muy reducido, lamento informarles que si me extendiera a listados del tipo “1000 consejos para hablar solo” o “365 ideas para hablar solo cada día del año” entraría en el terreno de las auto-ayudas, que aunque son igual de inútiles no son gratuitas. Así que concluyo con la recomendación final de que se dejen arrastrar por el placer de hablar solo. No se arrepentirán.
2 opiniones inteligentes:
Permítame interrumpir su monólogo para recordarle que, como decía el poeta, quien habla consigo mismo espera hablar con Dios un día
Bella frase. Aunque albergo la sospecha de que el poeta recibió un soplo divino y sigamos ante el eterno monólogo de Dios.
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