El político sale de paseo cada domingo con sus más fieles seguidores. Tiende el mantel sobre la hierba fresca y comprueba que el sol alumbra entusiasmado. Cuando se aburre, lanza un eslogan con fuerza para que un militante lo traiga de vuelta. Al escuchar la voz melosa que cuenta el nuevo devenir histórico, el público se tiende alegremente con las patas hacia arriba y se deja acariciar la panza. De pronto un joven seguidor comienza a dar carreras en círculo, persiguiendo su propia cola. El político sonríe benévolo: la espontaneidad de las masas es lo que hace que la democracia valga la pena.
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4 opiniones inteligentes:
Un escrito inteligente.
Eso es lo que somos. Nos echan el hueso y salimos a rescatarlo.
saludos.
Todo un tratado de política.
Hola Serio:
Cuanto tiempo sin leerte. Espero que sea por pereza o porque tengas cosas más interesantes que acudir a la blogosfera.
Tu escrito me ha encantado. En tu linea, como no.
Que se ande con ojo el político porque en un momento dado, el perro puede darle un mordisco en vez de ir a recoger el slogan y como los otros sigan el ejemplo...
Un placer, como siempre.
Un abrazo
¿En qé momento dejamos q la democracia se convirtiera en demagogia? Tal vez fuera así desde el principio y es ahora cuando nos damos cuenta.
Muy bueno.
Un saludo.
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