El político sale de paseo cada domingo con sus más fieles seguidores. Tiende el mantel sobre la hierba fresca y comprueba que el sol alumbra entusiasmado. Cuando se aburre, lanza un eslogan con fuerza para que un militante lo traiga de vuelta. Al escuchar la voz melosa que cuenta el nuevo devenir histórico, el público se tiende alegremente con las patas hacia arriba y se deja acariciar la panza. De pronto un joven seguidor comienza a dar carreras en círculo, persiguiendo su propia cola. El político sonríe benévolo: la espontaneidad de las masas es lo que hace que la democracia valga la pena.
El fantasma

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