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Para el mundo occidental este redescubrimiento del color de la tez del hijo de Dios no es ninguna novedad. Si Jesucristo hubiese nacido blanco y con ojos azules hubiera eliminado fácilmente a cuanto romano o judío se interpusiese en su camino. Y con un comando de ataque, conformado por doce apóstoles, esta misión hubiese sido un juego de niños. Pero todos conocemos la pésima suerte que tienen los negros en estas historias. Los pobres morenos mueren los primeros, y de las peores formas.
Un detallado análisis teológico nos guiará a la conclusión de que Jesucristo es mulato. El Espíritu Santo es blanco, por definición, y representado por una blanca paloma. Su cruce con la raza negra no puede dar por resultado un individuo cien por ciento negro, porque negaríamos la superioridad del que todo lo puede. Entonces el mulato es la única solución teológica. Y aquí es donde comienzan los problemas.
Si lo mulato es sagrado, ¿debemos incluir entre la música sacra a la salsa y al reguetón?, ¿o lo correcto sería una versión salsa del Ave María de Schubert?, ¿importa el tamaño del miembro viril del Papa?
Si lo mulato es sagrado, ¿debemos incluir entre la música sacra a la salsa y al reguetón?, ¿o lo correcto sería una versión salsa del Ave María de Schubert?, ¿importa el tamaño del miembro viril del Papa?
La mayor oposición a estas hipótesis provienen (para sorpresa nuestra) del actual gobierno español, que no es muy devoto a que se propaguen estas hipótesis. De todos es conocido que España ha legado tres grandes inventos a la humanidad: la Mulata, la fregona y el Chupa Chups. Los ibéricos no están dispuestos a consentir que les sea arrebatada la patente de su primer y más trascendental descubrimiento.
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