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NOTICIAS TUNEADAS

El finalito del princi Pito (I)


13 enero 2008

Una vez, cuando tenía seis años y esperaba a mi madre en la recepción de la oficina de hacienda, descubrí, bajo una pila de formularios desechados, la colorida portada de la revista Forbes, que anunciaba una lista de las diez personas más ricas del mundo. Tomé la publicación disimuladamente, anhelando disfrutar mi primera inmersión en las sensuales profundidades de la pornografía, imaginando cuan ricas estarían esas ricas. Mi decepción fue inmensa al encontrar imágenes como la siguiente.
La revista describía a unas cien personas que prácticamente han engullido una enorme fracción del dinero que circula por el mundo. Que dormirán felices y tranquilas el resto de sus días, mientras transcurre la digestión monetaria de sus fortunas en las cálidas bóvedas de los bancos; aportando así, dividendos constantes al resto de su organismo financiero.

Reflexioné mucho entonces sobre las aventuras del dinero en las selvas comerciales y, a mi vez, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo número uno. Era así:
Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les producía satisfacción.
Me respondieron entre carcajadas: "¿Por qué un trozo de mierda va a producirnos satisfacción?", mientras se rascaban la panza, los huevos o las tetas, dependiendo del sexo y preferencias del sujeto interpelado.

Mi dibujo no representaba un trozo de mierda. Representaba una billetera repleta de dinero. Dibujé entonces los billetes en el interior de la cartera para que las personas mayores pudieran comprender. Ellas siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número dos era así:


Las personas mayores me aconsejaron dejar a un lado los dibujos de billeteras, abiertas o cerradas, e interesarme más por los juguetes que les compraban a mis vecinos y los programas de cotilleo que transmiten en horario infantil. Fue así como abandoné, a los seis años de edad, una magnífica carrera de millonario. Quedé traumatizado por el fracaso de mi dibujo número uno y mi dibujo número dos, hasta el punto de llegar a sentir hedor a mierda en mis manos. A las personas mayores les es muy difícil comprender por sí solas que existan billeteras abultadas. Ellas emplean tarjetas de crédito para pagar con dinero que aún no poseen. Y sus cuentas corrientes muestran generalmente números negativos en tonos rojos. Para un niño es demasiado abstracto representar billetes negativos dentro de una cartera.

Tuve que escoger otro oficio y me hice funcionario. Rodé de oficina en oficina, y la revista Forbes, en verdad, me ilusionó muchas veces. Aprendí a diferenciar, al primer vistazo, a una persona pudiente de un mediocre empleado, como yo. Esto es muy útil si el salario no rebasa los mil euros.

Tuve así, a lo largo de mi vida, muchísimos contactos con muchísima gente seria. Viví entre muchas personas mayores, compartiendo con ellas un piso en alquiler. En el metro las he llegado a ver muy de cerca. Esto no ha mejorado mucho mi opinión, sobre todo por algunos olores con los que suelo tropezarme.

Cuando encontraba a alguien que me parecía un poco inteligente, hacía con él la experiencia de mi dibujo número uno, que siempre conservé. Quería saber si era verdaderamente comprensivo. Pero siempre me respondía: "Es un trozo de mierda". Entonces no le hablaba ni de billeteras llenas, ni de proyectos millonarios, ni de gente exitosa. Me ponía a su alcance. Les hablaba de hipotecas impagables, de los atropellos del gobierno de turno y de los famosos de la tele. Y la persona mayor se sentía muy contenta de haber conocido a un hombre tan razonable.

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Based on a work at Minima Black de Douglas Bowman para Blogger.