
Cervasio se jactaba de tener sólo lo que sus influyentes amigos le habían regalado a cambio de pequeños favores burocráticos que facilitaron sus negocios. Aseguraba que haber ayudado a un necesitado era mayor recompensa que las propinas, los chalets y los coches de alta gama que recibió. De los que hubiera prescindido si sus compinches no hubiesen precisado sus servicios. La fidelidad a los agraciados por su ayuda estuvo presente aún cuando estos cayeron en desgracia. Esa humildad, que lo definía, lo mantuvo alejado del primer plano de la política y los negocios, así como de los juicios y venganzas asociados a esas relevantes actividades humanas. Sin lugar a dudas, hemos perdido a un gran hombre.
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