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NOTICIAS TUNEADAS

Corrida en Hollywood


24 septiembre 2008

« 4 comentarios»

El matador se acerca al toro moribundo, casi siente el aliento del animal en el rostro, y la mirada herida se le antoja cargada de rencor e inteligencia, como la de aquel innombrable empollón de la escuela del pueblo, cuyo recuerdo persiste quince años después. Cuánto hubiese dado el entonces aprendiz de torero por detectar el más mínimo destello de agudeza en sus oscuras pupilas. Pasaba horas frente al espejo atormentado por el reflejo de los ojos de idiota en el rostro perfecto. A modo de subterfugio ante su frustración, transmutaba rutinariamente la impotencia acumulada en ráfagas de furia que azotaban irremisiblemente al frágil estudiante. Cada toro trae de vuelta la pesadilla. El diestro se alza sobre los cuernos del animal y en el preciso instante del golpe de gracia, le espeta al toro agonizante:

-¡Te perdono la vida! -y lanza lejos de ambos la afilada arma, echando por tierra la centenaria tradición de la corrida, donde el Presidente es quien otorga los indultos. Luego da la espalda al animal para saludar altivo al emocionado público.

-¡Cuidado Johnny! -advierte la Rubia desde la barrera, apuntando al toro con el dedo, como si esa señal pudiese detener la embestida traicionera de la bestia. Al notar que no es escuchada, se inclina aún más sobre la valla, estira el brazo para asegurar que el brillo de la pulsera llegue a los asientos más distantes, y grita desaforada sobre el bullicio de la multitud:

-¡El torooo!

Los reproducción en cámara lenta de los movimientos de los labios en la secuencia del grito, se asemeja, inexplicablemente, a las posturas típicas de una felación. La cámara prolonga el drama recorriendo con parsimonia el brazo de la protagonista, desde la punta del dedo al pronunciado escote, se adentra curiosa bajo el vestido, casi hasta la tenue frontera del vientre con las bragas color carne, y regresa bruscamente a la cara espumeante del toro, para descubrir que el animal se acerca a su torturador a toda velocidad. En ese preciso instante, el profundo alarido de la multitud hace retumbar el cine, en protesta por el corte brusco en la escena de las bragas, mientras una minoría aprueba en silencio la metáfora erótica que sugiere la abundante baba del astado.

En la pantalla, el diestro gira hacia su lado más siniestro y encara al toro. Enfrenta la mirada del cornúpeta mientras observa de reojo el estoque que yace sobre la arena a varios metros de distancia. Durante ese instante se siente perdido. Mira con cara de despedida hacia la Rubia, quien milagrosamente extrae de su bolso una espada plegable. El mundo se detiene a contemplar el close-up de la chica que finge una sonrisa sosteniendo la espada con la punta de los dedos. Al final de la memorable toma, el matador, el público tras las vallas y en el cine, y el propio toro alzan al unísono la vista para observar la parábola perfecta que describe el arma en el aire mientras gira sobre sí misma, en clara alegoría a "2001: una odisea del espacio", antes de caer finalmente en la mano de valiente que da merecida muerte a la iracunda bestia; redundando en el alborozo del público mayoritario y en el desagrado del cinéfilo experto quien desaprueba la sobreactuación del cuadrúpedo en la escena de su muerte.



Sucedió en la M-30


23 septiembre 2008

« sin comentarios»

-Sus documentos, por favor.


-Un momento....

-¿Qué lee?

-"El Proceso", de Kafka, ¿lo conoce?

-No lo he leído, pero mi hermana lo estudió para la oposición.

-¡Qué curioso! ¿Trabajará en alguna oficina?, su hermana...

-Si, en el juzgado. ¿No le distrae el tráfico?

-¿De la lectura? Nooo. Yo coloco el libro sobre el volante, y sólo esporádicamente aparto la vista de sus páginas, ante alguna emergencia, o cuando detecto algún novato cerca.

-Veo que tiene un gran poder de concentración. Muy pocos logran leer y conducir al mismo tiempo.

-Depende mucho del autor. Con Kafka lees y alzas la vista cada cierto tiempo, para meditar. Es la lectura ideal para travesías. En los atascos debes escoger libros más ligeros, como "El Código Da Vinci", por ejemplo. ¿Usted no lee?

-Nosotros debemos prestar atención constante a la vía porque nos exigen cobrar un número de multas muy elevado cada día.

-Había escuchado algo al respecto, y le confieso que resulta abusiva esa actitud de los ayuntamientos.

-En ocasiones roza lo absurdo. Este semana nos han ordenado multar a los que sorprendamos conduciendo hacia un hospital público. ¿Se da cuenta? Carece de todo sentido. La mayoría prefiere arriesgarse. La salud privada es mucho más cara que una multa, la cual puedes hasta recurrir.

-Yo haría lo mismo, la verdad...

-En el "Permiso de circulación para tramos en obras" no consta su grupo sanguíneo.

-¡Ah! No sabía que fuera necesario. Mi grupo es el AA.

-¡Humm! A los de ese grupo les está prohibido circular por la M-30.

-¿Por qué?

-Es por su seguridad. En caso de accidente, si se requiriera una transfusión, el personal paramédico que atienden esta zona no dispone de ese tipo de sangre, por lo que su vida correría grave peligro.

-Pero esa no es mi responsabilidad. Yo cotizo puntualmente a la seguridad social. Lo menos...

-Usted paga sus impuestos en metálico, pero ¿dona sangre regularmente?

.No, pero...

-El egoísmo ciudadano alcanza cada día niveles alarmantes. Por eso, muchas voces se alzan actualmente a favor de un impuesto en especies, para suplir las carencias sociales que no puede cubrir el impuesto en metálico.

-Perdone, pero yo nunca podré comprender esos argumentos.

-Lo siento mucho. Debo multarle. Le advierto que la multa asciende a 200 euros.

-¡200 euros! No puede ser. No puedo darme el lujo de pagar esa multa...

-Cálmese.

-Soy un simple emparejador de patillas, aspirante a peluquero...

-No se desespere.

-No puedo pedir siquiera ayuda a mi familia de esquiladores, yo soy el que mejor posición tiene y, aún así, el dinero no me alcanza porque debo mantener a mis tres hijos y a las ovejas de mi padre.

-Escuche, no se atormente. Recurra luego la multa.

-Pero, y si fallaran en mi contra.

-No piense eso. Yo le puedo recomendar a un entrenador de ciclismo de mi entera confianza. Él le cambia la sangre en un santiamén, luego se somete a los exámenes reglamentarios y le eximirán de pagar en cuanto comprueben que el tipo sanguíneo que porta en ese momento está permitido en esta zona.

-Siempre pagamos los mismos.

-No sea pesimista. Los políticos, si se a ellos se refiere, también deben renunciar a mucha cosas para triunfar en su carrera.

-Vale. Ponga usted la multa que ya veré yo luego cómo me las arreglo.

-Aquí tienes sus documentos.

-Gracias, ¡adiós!

-Hasta luego...escuche como suena su teléfono.

-Oigo...

-Buen viaje.



El Arte del Baño


22 septiembre 2008

« 2 comentarios»

Dentro de muy pocas semanas se sorprenderán al encontrar en las mejores librerías del país mi primera obra impresa: "Aprende a ducharte en sólo 15 días". Como el título sugiere, se trata de un libro de autoayuda donde respondo a dos preguntas fundamentales: ¿por qué necesitamos ducharnos?, y la más importante ¿cómo ducharnos de forma correcta y eficiente?

A esta obra divulgativa le precedió una exhaustiva investigación de terreno en aglomeraciones del metro y viajes en autobús a horas pico, que me hizo comprender el desconocimiento que impera en la sociedad sobre el acto de ducharse en particular y los baños en general. Por tanto, fue imprescindible incluir, a manera de introducción, un breve esbozo de la historia de la higiene, para que los lectores entiendan que se trata de costumbres relativamente modernas aún no asimiladas por todos los seres humanos.

También explicamos en detalle en la introducción las diferencias entre olor y hedor. Aunque les parezca increíble, nuestro subconsciente es incapaz de distinguir el hedor propio en la mayoría de la ocasiones. Es usual que dejemos de percibir la fetidez al cabo de cierto tiempo, sobre todo cuando se trata de emanaciones que provienen de nuestro cuerpo. En "Aprende a ducharte..." he incluido un cuestionario con 619 preguntas que ayudarán al lector a distinguir, en las más disímiles condiciones, si él mismo es hediondo o la peste la portan quienes le rodean.

No me permiten comentarles de la parte principal del libro, pero como supongo que ya estarán deseosos de detalles, puedo adelantar que dedico capítulos independientes a los componentes principales del cuarto de baño y a las generalidades sobre el acto de ducharse. Al lavado de cada parte relevante de nuestro cuerpo le corresponde una sección bien definida, con esquemas, imágenes demostrativas y un listado de técnicas intensivas para lograr la limpieza ideal. Finalizo el núcleo de la obra con la demostración rigurosa de por qué el secado es la conclusión natural del lavado.

En la parte final de "Aprende a ducharte..." añado algunos capítulos que complementan los conocimientos básicos sobre el tema. En el primero de ellos, animo a los lectores a descubrir la estrecha relación existente entre ducharse y tener sexo. Si ambas actividades comparten en ocasiones el mismo espacio físico de la bañera, por qué no hacer que una sea la continuación lógica de la otra: se ha demostrado que la ducha es la actividad postcoital ideal y siempre es agradable añadir un toque de sensualidad, o de autosensualidad, a nuestra ducha diaria.

Luego dedico todo un capítulo a consejos para mantener la higiene. Allí explico, entre otras cosas, como la tradición del pueblo inuit (esquimales, para los irreverentes) de ungir su cuerpo con grasas de animales para protegerse del duro invierno y de abrillantar el pelo con su propio orine, inspiró a una (entonces) incipiente industria cosmética a extender esas prácticas al resto de las comunidades humanas, resultando en el éxito comercial del que nos beneficiamos hoy en día.

El libro concluye con una colección de fotos de celebridades, donde comparo su aspecto antes y después de ducharse, como en la imagen de Charlize Theron que encontrarán debajo. No puedo adelantar todo los nombres, pero sí asegurarles que verán famosos de quienes ustedes nunca podrían imaginar que se han duchado alguna vez en su vida. Así que ya pueden aventurar apuestas y conjeturas.


Finalmente, quiero agradecer a todos los amables lectores que me han escrito durante los últimos meses para preguntar por qué ha disminuido la frecuencia de aparición de entradas en Noticias tuneadas. Ya ven que no se trababa de pereza o dejadez, sino que preparaba con tesón esta nueva sorpresa. Espero que disfruten de "Aprende a ducharte en sólo 15 días" y, sobre todo, que les sea de provecho.



Gente común: el escritor


16 septiembre 2008

« 2 comentarios»

Se acercó al sofá donde su mujer improvisaba una siesta y le entregó el manuscrito de su última novela. Luego regresó con paso meditabundo a la poltrona junto a la ventana. Ella comenzó a leer con avidez, sin que mediaran palabras, sin reparar en la mirada complacida del escritor que disfrutaba a discreción de la imagen de su musa, inclinada sobre la obra que inspiró, como si el manuscrito fuese un espejo donde el caprichoso vaivén de la prosa distorsionase el reflejo de la mujer. Se levantó a cerrar la ventana cuando las voces de los niños jugando en la calle distrajeron sus pensamientos, y dijo:

-Bajaré al bar. No quiero perturbar tu lectura -y salió sin recibir respuesta.

Ya en la calle, prefirió deambular durante horas, enlazando ideas dispares, sin apenas notar cuando la noche comenzó a cerrarle el paso. La soledad de un perro le recordó que era domingo, el día en que se esparce por la ciudad el manso sosiego que normalmente sólo encuentra en su hogar. Miró el reloj y apuró sus pasos de regreso a casa.

Al entrar, casi sin resuello por el esfuerzo que realizó para subir las empinadas escaleras, tropezó con la penetrante mirada de la esposa, que esperaba su regreso sentada aún en el mismo sofá donde leyó la novela.

- Es la más lograda de tus obras -le espetó la mujer, cuya voz carente de todo entusiasmo no pasó desapercibida para el escritor-. El tono enérgico, que logras mantener hasta el final de la novela, le brinda credibilidad a tu narración intimista y metafórica.

- Comprendo -respondió el escritor bajando la mirada.

-Laura, ese personaje que tanto se parece a mí, define la filosofía de esta historia cuando anima a Marcos con la frase "Debes escupir poesía a la cara amargada de la vida".

La esposa rozó su hombro con una palmada que no contenía la fuerza suficiente para infundir ánimo o aprobación, y se marchó a la cocina sin que mediaran más palabras entre ellos. El escritor apoyó su cara contra el frío cristal de la ventana.

- Regresarán las tardes de reproches silenciosos por la vida miserable que llevamos -se estremeció al quedarse a solas con el presagio enunciado por el largo silencio de la esposa, cuyo práctico sexto sentido ya vislumbraba que la nueva novela recorrería el camino infinito de las editoriales para terminar cubierta de polvo en el cajón de su escritorio, junto a los manuscritos anteriores-. ¿Será imposible vivir con decoro sin renunciar a mi naturaleza de escritor? -repetía la pregunta lanzada al vacío en miles de ocasiones anteriores -y sin poder responderla tampoco esta vez, se marchó resignado a la cama, para intentar ganar tiempo. Al menos hasta el día siguiente.

Se sorprendió al escuchar la melodía metálica del despertador. Había dormido profundamente durante toda la noche. Al sentir que su mujer despertaba a su lado, se mantuvo inmóvil y decidió esperar a que ella marchara al trabajo. Cuando escuchó el ruido de la puerta al cerrarse se levantó de un salto y se dirigió directamente a la mesa de trabajo. Escribió durante todo el día sin apenas detenerse para ingerir alimentos o tomar un sorbo de café.

Trabajó sin descanso durante los dos meses siguientes en una novela de espionaje, plagada de violentas acciones y tópicos de éxito. Ambientó su obra en un seductor escenario histórico que relacionaba el inicio de la segunda guerra mundial con una maldición inca. Corrigió apenas para imbuir un poco de coherencia a la trama y enfatizar la espectacularidad de las escenas principales.

- Te la publicarán -sentenció la mujer emocionada y corrió a refugiarse en sus brazos.

Y efectivamente, a los pocos meses su primera novela inundó los anaqueles de las librerías de todo el país. Ocho semanas más tarde ya se percibía un rotundo fracaso editorial. El editor le concedió una segunda oportunidad, animándolo con sonoras palmadas en la espalda. A la tercera novela, el escritor se convenció que publicar un bestseller es un don, como cualquier otro.

Otras historias sobre gente común:
El hijo adoptivo
El Negro
El filósofo

El hombre fiel



Gente común: el hijo adoptivo


11 septiembre 2008

« 1 comentario»

"A mi edad es más práctico adoptar un hijo que mantener a un marido", razonaba Mima Mita reclinada sobre el respaldo de su poltrona. "Un hijo sacaría más provecho de esta casa tan grande, la llenaría de alegría, mientras que un esposo se transformaría a los pocos meses en un ser silente que dormita frente al televisor. Otra opción podría ser una de esas mascotas adictas al pienso, pero no, un hijo resultaría más divertido, y es posible que hasta Clara Ida retome el interés por mi salud, si encuentra a mi lado a un heredero más digno de cariño. Los celos es el único sentimiento que ha desarrollado esa pobre criatura de Dios, quien se asemeja y apega cada día más a su marido, y menos a mi, su madre biológica. Como si mutara. Si Paco la viera, o mejor dicho, si yo viera al mil veces maldito Paco. ¡Tanto me ha hecho sufrir ese hombre! Aún me pregunto quién lo llamó aquella tarde. Paco sólo me comentó que debía darse prisa porque habían sacado la Cámara Baja del Senado a cotizar en bolsa, y las acciones se agotarían en pocos minutos. Prometió regresar pronto. Tardo media hora -me dijo-. Y doce años después no ha cumplido su palabra".

Sin embargo, una profunda voz interior le aconsejaba que ya había pasado la edad propicia para adoptar a una criatura. Mima Mita ordenó callar a la doméstica, que tiene la molesta costumbre de desordenar sus pensamientos tanto como sus armarios, y decidió que probaría otros estímulos antes de decidirse por la adopción. Durante los dos meses siguiente envió SMS de un euro setenta a los programas de televisión, y esperó pacientemente a leer los mensajes en pantalla, escribió cartas anónimas a hacienda denunciando a E.T.A. por evasión de impuestos, intentó subastar en eBay los mensajes navideños del Rey, tomó a escondidas fotos de María Patiño desnuda y amenazó luego a la noticista con divulgar las imágenes en los medios si no fingía un orgasmo ante las cámaras, escuchó la Cope en misa, y se apuntó a un máster de exorcismos comparados con mención en Educación para la Ciudadanía. Cuando comprobó que ninguno de esos subterfugios llenaba su vida, comprendió que había llegado el momento de adoptar un hijo.

Nueve largos meses transcurrieron antes que Simpa Sado se instalara en el dormitorio con vistas a la Plaza de los Cuencos, en posesión de los máximos privilegios domésticos que le otorgó Mima Mita, madre adoptiva rebosante de ilusiones ante la nueva vida que se asomaba a su vieja casa. Los padres naturales de Simpa Sado se vieron obligados a renunciar a la custodia de su legítimo y único hijo porque la modesta pensión de Don Sado ya no permitía sufragar los gastos crecientes de su querido vástago, quien con 42 años bien cumplidos no había logrado aún la ansiada estabilidad laboral.

- Es nuestra culpa -reconocía con tristeza la madre, cuatro meses atrás, ante el comité de adopción-, apostamos por una educación basada en la meditación contemplativa que jamás funcionará en un país tan atrasado como este -explicaba la señora buscando la mirada la aprobación de su esposo, quien a su vez asentía todo el tiempo con la cabeza, con tal cara de preocupación que parecía prestar atención a lo que estaban contando.

- El mercado de trabajo es incapaz de proporcionar empleo a un especialista en telequinesia tan cualificado como Simpín, nuestro hijo -prosiguió la señora-. Él está capacitado para desplazar con su mente objetos de hasta diez miligramos, para encender el televisor y hacer zapping sin necesidad de mando a distancia, e incluso, para predecir la programación con tres semanas de antelación.

Dicho esto, la señora consideró que había dado argumentos suficientes y ufana extrajo del bolso sus labores, para continuar tejiendo el jersey que regalaría en Navidad a Simpa Sado. Entonces el padre, distraído de sus meditaciones por el silencio que sorpresivamente colmó el salón, sospechó que los evaluadores esperaban por su opinión, así que se levantó de la silla para reprocharle al hijo:

-Si al menos te casaras, hijo mio. Una mujer siempre se las ingenia para convertir tu vida en un...

-Simpín no ha tenido suerte en el amor -interrumpió su esposa-. Yo hasta me alegro, porque las mujeres de hoy en día no son de fiar.

Simpa Sado se siente ahora tan cómodo con Mima Mita, que apenas nota la diferencia con su antiguo hogar. Cada nuevo día, ella espera a que Simpa Sado despierte, pasadas las dos de la tarde, para tomar juntos el desayuno. Ella habla sin parar y él se limita a escuchar con la mirada atenta a las tostadas restantes en la panera.

-¿En qué piensas, Simpa? -pregunta Mima Mita cuando nota que su interlocutor no ha pronunciado palabra.

-No te preocupes, Madre. Yo no soy de tener opiniones propias. Las ideas originales se agotaron hace mucho tiempo. A nosotros sólo nos queda repetir viejas ideas, una y otra vez, y yo soy demasiado orgulloso para tomar pensamientos ajenos. Excepto en esta ocasión, que tomé prestado lo que acostumbra a comentar un amigo en el bar.

Cuando terminan el desayuno, Mima Mita sale de compras, mientras Simpa Sado se enfrasca en una rigurosa lectura de los diarios de la mañana, que le mantiene ocupado hasta el regreso de la madre adoptiva. Sólo después de la siesta, Simpa Sado se asoma a la calle e inicia un recorrido exploratorio por sus bares favoritos. Encuentros fortuitos, llamadas telefónica a amigos y conocidos, y agotadoras discusiones a pie de barra le permiten elaborar el guión de su salida nocturna: el evento más importante del día. Cuando se han aclarado sus planes, regresa a cenar a casa, y al salir, nunca falta el sobre, con algo de dinero, apoyado en el frasco de su colonia favorita; diario presente colocado por Mima Mita con discreción, mientras Simpa Sado se cepilla los dientes. Precisamente a estas horas, los padres biológicos suelen echar de menos a su hijo:

-Ya ha pasado un año de su partida. ¿No te parece increíble, Simpa?

-Así mismo es. Hubo un tiempo en que pensé que nuestro hijo no se marcharía de casa, como todo hombre de bien. Pero ya tú vez, me equivoqué.

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Con los pies en la tierra


10 septiembre 2008

« 1 comentario»

¡Cuánto agobia volar hoy en día! Los pedestres nos tratan con menos consideración que a las palomas. En casi todos los tejados encontramos carteles de "prohibido posarse". Y en tierra nos piden las más fútiles explicaciones:

-¿Por qué no llevas plumas?

-No soy un pájaro, señora.

-¿Andan siempre danzando?

-Es nuestro modo de desplazarnos, no imitamos a los bailarines clásicos, por el contrario, ellos son los que copian nuestros movimientos...Y no...no somos gays, aunque nuestros gestos puedan sugerirlo.

Si sumamos a esas incomprensiones cotidianas las dificultades propias de ligar, ya podrán imaginarse lo complicado que se torna atrapar una pareja al vuelo. La frase inicial, durante el primer segundo de cualquier cita, es algún inesperado fragmento del "Espantapájaros" de Oliverio Girondo: "Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias". ¡Joder! ¿Y si yo no conociera el maldito poema? Comienza al menos por la primera estrofa para enterarme si se trata de una mofa o de un homenaje. Lo peor es que la cita se diluye en palabras y absurdas declaraciones de intención:

-A mi no me importa que tú vueles, pero no estoy preparada para iniciar una nueva relación.

-¿Qué dices? El inicio nunca ha sido un problema, lo difícil es mantener la relación, pero eso a mí tampoco me interesa.

-Por el momento, sólo busco personas interesantes, para pasar un rato agradable, y contigo me siento bien porque tenemos una gran afinidad intelectual.

-¿Intelectual? Pero si yo no he hablado, excepto cuando he intentado usar el lenguaje de las manos, y tú no me has dejado expresarme.

¿Y las chicas voladoras?, se preguntarán ustedes. Es prácticamente imposible cazar una. Las mujeres de mi especie prefieren tener hijos "adelantados", con los pies en la tierra. Reniegan de sus propios genes. Es cierto que las leyendas urbanas favorecen sus conquistas terrestres. Se acostumbra a creer que el 99% de las mujeres volátiles nunca ha necesitado fingir el orgasmo, y que para el 1% restante el orgasmo es el modo natural de expresarse.
La gente asocia volar con el éxito, pero la mayoría de nosotros notamos que la fortuna se aleja en cuanto nos alzamos unos metros del suelo. Ya no basta volar para triunfar. Para poder vivir del vuelo debes ser un metrosexual bien parecido o estar muy buena y enseñar las bragas desde el aire. En lugar de distanciarme de los problemas cotidianos, volar me involucra en situaciones incómodas. Cada día en el metro encuentro algún listo que me hastía con comentarios recurrentes, del tipo:

-Si pudiera volar no viajaría en estos trenes abarrotados de gente.

-Volar también cansa -replico resignado y protesto para mis adentros-, ¿por qué no vas tú caminando? ¡Imbécil! Aunque en la mayoría de las ocasiones prefiero ocultarme entre los que no han notado mi presencia, hasta llegar a la obra, donde me gano mi sustento.

Ya sabrán que a los voladores sólo nos emplean en la construcción de rascacielos o en labores similares. Para colmo de males, los contratistas, hijos de puta donde los haya, se niegan a pagarnos por peligrosidad. Ganamos menos que el resto de los trabajadores, y sin embargo debemos soportar que se apoyen constantemente en nuestros hombros cuando se desplazan entre los andamios, o que nos pidan miles de veces al día herramientas y materiales desde un edificio vecino, como si las distancias se esfumaran en el aire. ¿Qué recibimos a cambio de nuestra solidaridad?: Recriminaciones si no logramos atrapar a tiempo a los obreros que caen al vacío. ¿Qué podemos hacer? Nada. En el resto de los empleos consideran que estorbamos. Ante quién nos podemos quejar, si nuestra comunidad es demasiada pequeña para resultar de interés para los políticos. ¿A quién le importaría una huelga de voladores? Sólo a los cazadores de noticias curiosas de los telediarios, o al poderoso sindicato de los pilotos, quienes se saldrían con la suya si logran apartarnos de su camino aéreo, aunque fuera por unos días.
Las puertas de la sociedad pedestre están cerradas para nosotros. Los hombres nos miran con recelo, como si todos nos dedicáramos a espiar a sus esposas y amantes a través de las infinitas ventanas abiertas a nuestro paso. Las mujeres experimentan ante nuestra presencia un temor indefinido entre la zoofilia y ser poseídas por el maligno. Siempre recuerdo la frase que solía repetir mi padre: "Ni ahorcarnos podemos". Es difícil acostumbrarse a vivir en un mundo atestado de gente varada en tierra.


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