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NOTICIAS TUNEADAS

Gente común: el escritor


16 septiembre 2008

Se acercó al sofá donde su mujer improvisaba una siesta y le entregó el manuscrito de su última novela. Luego regresó con paso meditabundo a la poltrona junto a la ventana. Ella comenzó a leer con avidez, sin que mediaran palabras, sin reparar en la mirada complacida del escritor que disfrutaba a discreción de la imagen de su musa, inclinada sobre la obra que inspiró, como si el manuscrito fuese un espejo donde el caprichoso vaivén de la prosa distorsionase el reflejo de la mujer. Se levantó a cerrar la ventana cuando las voces de los niños jugando en la calle distrajeron sus pensamientos, y dijo:

-Bajaré al bar. No quiero perturbar tu lectura -y salió sin recibir respuesta.

Ya en la calle, prefirió deambular durante horas, enlazando ideas dispares, sin apenas notar cuando la noche comenzó a cerrarle el paso. La soledad de un perro le recordó que era domingo, el día en que se esparce por la ciudad el manso sosiego que normalmente sólo encuentra en su hogar. Miró el reloj y apuró sus pasos de regreso a casa.

Al entrar, casi sin resuello por el esfuerzo que realizó para subir las empinadas escaleras, tropezó con la penetrante mirada de la esposa, que esperaba su regreso sentada aún en el mismo sofá donde leyó la novela.

- Es la más lograda de tus obras -le espetó la mujer, cuya voz carente de todo entusiasmo no pasó desapercibida para el escritor-. El tono enérgico, que logras mantener hasta el final de la novela, le brinda credibilidad a tu narración intimista y metafórica.

- Comprendo -respondió el escritor bajando la mirada.

-Laura, ese personaje que tanto se parece a mí, define la filosofía de esta historia cuando anima a Marcos con la frase "Debes escupir poesía a la cara amargada de la vida".

La esposa rozó su hombro con una palmada que no contenía la fuerza suficiente para infundir ánimo o aprobación, y se marchó a la cocina sin que mediaran más palabras entre ellos. El escritor apoyó su cara contra el frío cristal de la ventana.

- Regresarán las tardes de reproches silenciosos por la vida miserable que llevamos -se estremeció al quedarse a solas con el presagio enunciado por el largo silencio de la esposa, cuyo práctico sexto sentido ya vislumbraba que la nueva novela recorrería el camino infinito de las editoriales para terminar cubierta de polvo en el cajón de su escritorio, junto a los manuscritos anteriores-. ¿Será imposible vivir con decoro sin renunciar a mi naturaleza de escritor? -repetía la pregunta lanzada al vacío en miles de ocasiones anteriores -y sin poder responderla tampoco esta vez, se marchó resignado a la cama, para intentar ganar tiempo. Al menos hasta el día siguiente.

Se sorprendió al escuchar la melodía metálica del despertador. Había dormido profundamente durante toda la noche. Al sentir que su mujer despertaba a su lado, se mantuvo inmóvil y decidió esperar a que ella marchara al trabajo. Cuando escuchó el ruido de la puerta al cerrarse se levantó de un salto y se dirigió directamente a la mesa de trabajo. Escribió durante todo el día sin apenas detenerse para ingerir alimentos o tomar un sorbo de café.

Trabajó sin descanso durante los dos meses siguientes en una novela de espionaje, plagada de violentas acciones y tópicos de éxito. Ambientó su obra en un seductor escenario histórico que relacionaba el inicio de la segunda guerra mundial con una maldición inca. Corrigió apenas para imbuir un poco de coherencia a la trama y enfatizar la espectacularidad de las escenas principales.

- Te la publicarán -sentenció la mujer emocionada y corrió a refugiarse en sus brazos.

Y efectivamente, a los pocos meses su primera novela inundó los anaqueles de las librerías de todo el país. Ocho semanas más tarde ya se percibía un rotundo fracaso editorial. El editor le concedió una segunda oportunidad, animándolo con sonoras palmadas en la espalda. A la tercera novela, el escritor se convenció que publicar un bestseller es un don, como cualquier otro.

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2 opiniones inteligentes:

Chafardero dijo...

Bueno, a nuestro escritor siempre le queda la posibilidad de dedicarse a la novela romántica, o más fácil todavía, a pergeñar mamotretos fantásticos a la manera de El señor de los anillos, que ese público con cuatro elfos y dos sortilegios se quedan tan contentos

Serio Y. Pérez dijo...

Cháfar, eres realmente valiente al negar la supremacía de la literatura élfica sobre todo lo escrito antes y después del Señor de los Anillos. !Qué Google te pille confesado¡

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